jueves, 11 de junio de 2020

George Floyd: indignación en tecnicolor

Por Luis Córdova

La indignación, al igual que la pandemia del coronavirus, corrió aceleradamente de un confín a otro. Tuvimos mejor suerte que con la salud gracias a que Daniel Innerarity nos facilitó las cosas con sus ensayos.

Vimos, y vivimos, oleadas de ciudadanos que demandaban atención y solución a problemas que iban desde derechos de cuarta generación hasta las más remotas luchas como la paridad en el salario femenino o el respeto a las diferencias por raza u origen.

Mientras la monotonía de la covidianidad alargaba los días, irrumpió en las redes el video en el que se veía a un policía (blanco) de rodillas sobre el cuello de un hombre (negro). La indignación esta vez vino en tecnicolor y lista para exportar.

Pero, ¿quién fue ese hombre negro cuya muerte despertó tanta repulsa? Una enorme cantidad de manifestaciones y protestas, primero en las calles de  Minneapolis y luego en más de 400 ciudades en cincuenta estados de la Unión. El asesinato de Floyd, así como la muerte en 2014 de Eric Garner, en idénticas circunstancias pero ocurrida en Nueva York, nos hacen trocar la mirada a viejos conceptos y nuevas maneras de vida.

Si el racismo es una exageración, una postura extrema, la mejor manera de combatirlo, denunciarlo o repudiarlo debió encontrar otras formas que compensaran su mal sobretodo en un siglo que como el XXI exagera cambios y evade frustraciones. El racismo ni es natural ni universal o metahistórico, sino un producto, una creación de la cultura y del pensamiento humanos, una forma de conducta y por ello un fenómeno toralmente histórico. Esto significa que el racismo es susceptible de cambiar y de hecho ha cambiado una y otra vez en el curso de la historia.

¿Hasta qué punto lo ocurrido en EEUU es un modelo replicable en los países donde se han levantado ciudadanos “indignados”? Si el racismo se considera como una actitud mental a consecuencia de la ignorancia y el temor social a la pérdida de estatus, cómo es posible que mueva a masas en sociedades con características tan mezclada, mestiza y desorganizada en la que el tema de raza sencillamente no sea comprensible por la experiencia histórica y termine la gente obviando lo verdaderamente preocupante: la muerte por un abuso de la autoridad y no solo el color de los actores.

Lo humano no debe conocer de fronteras. La brutalidad de la autoridad nos debe unir en su señalamiento y sanción, pero el elemento racial lo complejiza todo. El caso de George Floyd rememoró que es posible hoy una etapa que creíamos superada. El caso de George Floyd reveló que el curso de las demandas se ejecuta mucho más rápido en gran medida por la viralización de la denuncia.

Los últimos momentos de la vida de este hombre, tendido en el pavimento, indefenso, han servido más que la incalculable cantidad de imágenes de protestas (algunas genuinas y de otras de reprochables e injustificados saqueos). A días de su muerte la Universidad Central del Norte en Minneapolis anunció una beca conmemorativa en nombre de Floyd. Según el anuncio, y a pesar de la enorme cantidad de personalidades que se ha solidarizado, el fondo de la beca ha recibido poco más de cincuenta mil dólares en donaciones.
Pero entre los muchos ¿quién sabe lo que verdaderamente legó Floyd? Nacido como George Perry Floyd Jr. (1973- 2020), fue un hombre de la sociedad norteamericana, integrado y que revelaba los intereses y esperanzas de su época, su grupo racial y su nación. ¿Su muerte eclipsa su vida toda? Fue criado en Cuney Homes en Houston, Texas y dado su estatura los llamaron el «gigante suave». Gracias a sus dotes naturales jugó baloncesto y fútbol en la Escuela Preparatoria Yates, y asistió a la Universidad Comunitaria de Florida del Sur por dos años, donde jugaba en su equipo de baloncesto.

Abandonado los estudios trabajó en talleres de personalización de automóviles y se unió al grupo de hip hop Screwed Up Click. Venido de las calles la vida le golpearía con la prisión en más de una ocasión. Un robo a mano armada en 2007 lo mantuvo tras las rejas hasta 2009. En lo adelante trabajó como camionero y vigilante de seguridad en un restaurante. Grabaría algunos videos porno amateur y un video contra la violencia de las armas de fuego.

El año de su muerte a causa de la pandemia del COVID-19 perdió su trabajo y sobrevivió a la enfermedad. A lo que no pudo rebasar fue a un policía para el cual fue sospechoso de pagar con un billete falso de veinte dólares. Nueve minutos para reducir toda una vida a la nada, a la sospecha, a la intolerancia y a la bestialidad.

La indignación debe superar la violencia. Debe encontrar otras formas. Alguien debe rescatar los 46 años vividos de Floyd, los cinco hijos y las canciones que dejó y las pocas personas que las recordaran.


Nos indignamos por la muerte, sí. Pero demos hacerlo por todas, las de todos los colores y por todas las causas, incluida la natural.

Enlaces:
https://lainformacion.com.do/opinion/george-floyd-indignacion-en-tecnicolor
https://elnuevodiario.com.do/george-floyd-indignacion-en-tecnicolor/#gsc.tab=0
https://minutoaminuto.com.do/george-floyd-indignacion-en-tecnicolor/
http://turnolibre.com/website/detalles_opinion.cfm?m=5&seccion_id=38&post_id_value=426
http://www.elcentineladigital.com.do/nacional/george-floyd-indignacion-en-tecnicolor
https://noticiasentreamigos.com.do/george-floyd-indignacion-en-tecnicolor/