
A los pocos días de haberme instalado descubrí que había interrumpido el espacio de una salamandra, que ahora me veía como tratando de aprender mis movimientos, como denunciando con sus enormes ojos negros que ese era su espacio y que yo, un intruso, invadía su hábitat y era quien cuestionaba su presencia: de fuera vendrán… y todo el resto del cuento.
Pero nos hemos hecho amigos.Es mi compañera de lecturas. En una ciudad que por varios motivos se torna hostil, en un país en el que parecemos empeñarnos en ser menos civilizados, en medio de una sociedad sórdida y febril la salamandra ha venido a darme sus lecciones.
Pese a que había invadido su espacio, pese a que era yo quien la cuestionaba, poco a poco, en medio de las pausas en la lectura, se fue acercando. Primera lección.
Al tiempo, se interesó por estar sobre los libros de poesía ya luego se ha interesado por el tramo de los de política y esos temas; jamás se ha colocado, ni cerca, de los de derecho. Segunda lección.
La tercera y mas importante, según mi juicio, es su preferencia por permanecer tranquila en un espacio que le pareciera impropio, pero lo prefiere a otras habitaciones o a los espacios abiertos de la primera planta. Acaso el ejemplo de que en ocasiones es mejor remedio la compañía de los libros a exponerse ante ambientes que nos absorben y nos apartan de esa necesaria espiritualidad.
Mi compañera de lecturas en estos día me ha regalado una lección más: mientras la veía de lejos entre libros o en su espacio favorito de la pared de frente al escritorio, ha decidido romper aun mas el hielo, se ha acercado.
Se deja poner la mano y podría confesarle que en ocasiones creo que cálidamente me saluda.
¿Cómo un animalito tan pequeño pudo darme tantas lecciones? La vida se trata de un continuo aprendizaje. Las lecciones de la salamandra de apartarse de las distracciones para centrarse en los libros, de elegirlos tajantemente y de romper el hielo con alguien que, en principio, parecía amenazarle su privacidad.
Esas son las lecciones, mis lecciones aprendidas. Mientras tanto la salamandra se colocó sobre un ejemplar de Juan Luis Cebrián, del cual hablaré en algún artículo. Quizás lo hace para decirme que no estoy solo, que vino a acompañarme en las horas de navego en la red o simplemente compartir alguna impresión. Quizás vino para ser tema de un texto mas o para preguntarme por la abuela que cumple siete meses de fallecida y el olor de las rosas de su muerte sigue en mi nariz y el nudo en la garganta apresura su dolor, en medio de las lecciones de la salamandra.