lunes, 31 de diciembre de 2012

El Buen Gobierno


Por Luis Córdova

No es sino hasta que llegó a mis manos un ejemplar del libro “Buen gobierno y política social”, que me aproximé a estas conceptualizaciones.

El volumen, editado por Salvador Giner y Sebastián Sarasa, recoge unos trece ensayos de diversos autores y pretende darnos una visión ciclópea que va desde la ética del buen gobierno hasta explicar lo tangible que resulta el neoliberalismo en nuestra vida cotidiana; la obra tuvo un gran impacto internacional y provocó el interés de muchos en varios niveles de las sociedades.

La difusión del concepto “buen gobierno”, ayudó a crear una generación de ciudadanos con cada vez con mayor conciencia de hacer y merecer un Estado (hablo en sentido abstracto y global)  con mas altos niveles de eficiencia y eficacia.

Es por eso que términos como “Gobernanza” (governance) y/o “Buen Gobierno” (good governance) han venido a formar parte de nuestro argot, acentuando en nosotros un señalamiento hacia lo que es “el mal gobierno”, al que la sociología moderna acusa como una de las razones principales de los males en nuestras sociedades.

Giner y Sarasa ofrecen la siguiente aseveración: “el arte de gobernar bien es, hoy en día, arte democrática. Ya no se trata sólo de que los gobernantes sepan salirse con la suya, ni tampoco de que una sociedad encuentre estables y, a ser posible, felices equilibrios en su seno. Se trata también de que la ciudadanía se beneficie del ejercicio de una voluntad de justicia distributiva y de su puesta en vigor por parte del gobierno”.

El Buen Gobierno tiene ocho características principales: participación, legalidad, transparencia, responsabilidad, consenso, equidad, eficacia y eficiencia y sensibilidad.

Estas características se han convertido en indicadores del nivel de cumplimiento de los gobiernos, siendo vistos como estrictos administradores, y los administrados con compromisos claros para hacer un trabajo conjunto en lo que podemos llamar una “ciudadanía responsable”, es decir, una participación directa por medio de instituciones o representantes que “informados” y bien organizados, se constituyan en una real “sociedad civil” organizada.

En cuanto a la Legalidad el “buen gobierno” requiere de un marco legal sano, es decir, sin vicios ni propenso al limbo jurídico; dando a la ciudadanía garantías de una protección total de los derechos humanos y de un poder judicial independiente e imparcial. La existencia de este marco desemboca en un alto nivel de Transparencia.

Hemos hablado de Responsabilidad en cuanto al ciudadano, pero es impensable para un Estado viable que éste procure la equidad, tenga instituciones y sistemas que procuren respuestas y ofrezcan servicios de manera satisfactoria.

Este nivel de satisfacción hará más fácil el Consenso, puesto que la mediación que ha de necesitar el gobierno para la solución de problemas complejos, que requieran esfuerzos y sacrificios conjunto con determinados sectores de la sociedad civil, puedan contar con el respaldo de la mayoría con fines de alcanzar objetivos específicos.

De este modo la Equidad queda implícita, no sólo se trata de “sacrificar” sectores, ni de exigir “sacrificios”, sino que al nivelar la conciencia de que se trabaja por metas, toda la nación asume la parte que le corresponde. Ahora bien, esto significa que las instituciones y los servidores públicos muestran la capacidad y la voluntad de lograr estas propuestas, para esto entra a juego la Eficacia y la Eficiencia.

Pero no solo se trata de números, metas y objetivos se necesita mostrar Sensibilidad, mediar entre los objetivos a largo plazo y las eventualidades que demandan urgencia en ser atendidas.

De esto trata el “buen gobierno”.