domingo, 16 de abril de 2017

Viajar hacia Abilene

Por Luis Córdova

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En 1988 el profesor Jerry B. Harvey, publicó desde laUniversidad George Washington, un interesante ensayo tituladoThe Abilene Paradox and other Meditations on Management.
La “Paradoja de Abilene”, como es conocido a nivel mundial, se emplea para explicar el comportamiento de grupos en escuelas de sociología y negocios.
A raíz de algunas sorpresivas frivolidades y ardorosas defensas del movimiento denominado “Marcha Verde”, me ha causado curiosidad el efecto, que en una amplia franja de la sociedad, ha generado: aminorar la indiferencia: caer bien o caer mal: apoyarla o sancionarla.
Eso como fenómeno social es interesante en un país donde las protestas tienden a perder rápido vigencia, ya sea por sus argumentos, viejas prácticas de demandas o repetidas caras para reivindicar el eterno “pliego de demandas”. Si algo ha logrado este movimiento es animar sectores que permanecían indiferentes y otros que se han reinventado como figuras oposicionistas en base a una colectividad que dirige desde el anonimato, pergeñando una estrategia muy fina o dejando al azar los eventos.
Pero no pretendo, no lo he pretendido desde el inicio, trazar una raya y pasar balance. Ese será un ejercicio al que debemos darle tiempo, esperar por la conclusión o que evolucione al menos, y ver si las mismas demandas los mantienen unidos. Balance que debemos hacerlo entre todos: los que se han mantenido al margen y los que han tomado posición.
Pero si antes de iniciar una caminata o estampar rúbricas uno tropieza con la paradoja de Abilene, a pesar de la distancia entre una media isla del Caribe y las texanas tierras estadounidenses, sin ser un lector avezado puede encontrar aprovechables códices que al menos nos proporcionen cierta distancia, exiliarnos de la radicalidad.
He aquí una versión del texto: “en una calurosa tarde, una familia se encuentra jugando cartas en la terraza. El jefe de familia cree que deberían salir -no porque él quiera, sino porque cree que a los demás les gustaría- así que propone un viaje a Abilene. Su esposa, de inmediato, responde diciendo que es una gran idea. El suegro, a pesar de que sabe que el camino es largo, piensa que mostrar desacuerdo iría contra la tendencia del grupo y acepta ir al viaje. La suegra, dadas las circunstancias, responde de inmediato: "Por supuesto, no he ido a Abilene en mucho tiempo". En efecto, el viaje es largo y caluroso, y cuando llegan a Abilene, la comida es en extremo desagradable. Cuando regresan a casa, el esposo dice, de manera mentirosa: "Fue un buen viaje, ¿no?", y la suegra responde que en realidad no quería ir, pero que aceptó porque el resto del grupo estaba emocionado. Pronto, descubren que los cuatro habían aceptado hacer el viaje por la misma razón y, en realidad, todos fueron a un viaje al que ninguno quería ir.”.
Nuestra Abilene puede que nos divierta. Que nos comprometa o que despierte viejas iras y hasta sirva para estrenar irreverencias sin que nos cuesten privaciones. La democracia y sus vicios también causan estragos. Y hasta sin querer ir podemos disfrutar del viaje, lo riesgoso es llegar a un lugar que no  imaginamos, un indeseado escenario del que nos cueste regresar.
Entonces las palabras de la suegra de la historia de Harvey cobrarían el valor de un balance factual: “yo no quería ir, pero acepté porque el resto del grupo estaba emocionado”.