miércoles, 10 de enero de 2018

Luis Acosta Moreta y su “Manual de Comportamiento Cívico y de Prevención de Enfermedades”

Por Luis Córdova

Lo conocemos por sus múltiples actividades políticas y por su labor de comunitario. En ambas ha tenido reconocimiento de sus conciudadanos: es el líder de un partido emergente, la Unión Demócrata Cristiana (UDC) y dirige la Dirección General de Desarrollo de la Comunidad (DGDC).

Desde ambas ha mostrado al país pasión y creatividad. Dos cualidades que condensan la personalidad envolvente de un hombre que asume con ahínco cada tarea propuesta y tiene, como eje transversal de cada acción pública suya, la dominicanidad.

Lo conocí una tarde en la que mi gran amigo y hermano de la vida, Beraldo Peña, nos presentó en un encuentro breve en sus oficinas de la DGDC. Apenas un saludo protocolar. Extendió su mano sobre expedientes que tenía abierto sobre su escritorio y que revisaba minuciosamente. No quise ocuparle mucho tiempo pero aprovechamos para intercambiar algunas impresiones sobre las noticias más recientes de la frontera, la caridad y las tareas a las que nos convidaba para revertir la realidad de la cual me quejaba: nos invitó a trabajar. Una lección viniendo de un político dominicano.

Entonces las referencias, tanto de Peña como de otros colaboradores suyos, llovieron. Así me construí una imagen de un dominicano preocupado y ocupado por los asuntos nacionales.

José Martí, el apóstol de la Revolución Cubana, hablando de los ciudadanos necesarios para lograr y mantener los cambios que llevan al desarrollo de las naciones, apuntó “mejor sirve a la patria quien dice la verdad”.

Luis Acosta Moreta va diciendo verdades. Estemos o no de acuerdo en la forma sus reflexiones sobre el presente, la interpretación del pasado y la proyección del destino nacional, van sustentadas en datos que cuidadosamente ordena cual si fuese un expediente para el juicio de la historia.

Ha sido el amor a su nación lo que sin dudas lo llevó a redactar el “Manual de Comportamiento Cívico y de Prevención de Enfermedades”. Un formidable trabajo diseñado para que los dominicanos más jóvenes aprendan a amar su país, a saber cómo respetarlo, cuidarlo, en pocas palabras: aprendan a convertirse en ciudadanos.

Con una primera edición en 2007, la obra cuenta con ilustraciones de Christian Hernández y la edición de José Enrique García, dos profesionales de una dilatada trayectoria en sus áreas y quienes aportaron sus talentos en un material bibliográfico que llevó a la calificación de parte de la entonces Secretaría de Estado de Educación para ser incluido como material de “Consulta o Referencia” en los niveles básico y de media, según los parámetros del Reglamento de Evaluación de los Recursos para el Aprendizaje.

Hablar de lo dominicano conlleva  un conjunto de temas que han de ser ponderados de manera desapasionada, puesto que trasciende los tiempos: en esta tierra vivimos y viviremos pero también junto a quienes y en qué forma. Es preocupante que las voces más radicales en la defensa de lo nacional sean voces maduras, renovadas y vigorosas pero necesitan no solo retumbar y hacer eco en las paredes de nuestros sentimientos sino multiplicarse, igual que los peces del Mesías, en jóvenes que decidan consolidar su futuro y el de la patria.

Manuales como estos, ahora que hablamos de revolucionar el sistema en la forma y el fondo, desde la oferta educativa dominicana, hay que enseñar elementos básicos de civismo que sencillamente son ignorados, se hace preciso reiterar en adultos valores positivos para la construcción de la realidad que queremos y la responsabilidad de la que somos compromisarios. Se hace urgente ayudar a quienes carecen de elementos para justificar su pasión por esta nación de Dios.

Ojalá el “Manual de Comportamiento Cívico y de Prevención de Enfermedades” continúe llegando a donde debe llegar, a donde hace falta: a las aulas y los hogares.

El aplauso a un político como Luis Acosta Moreta, que continúa aportando ladrillos a la inmensa y necesaria fortaleza cívica y moral siempre en permanente construcción.