Por Luis Córdova
Lo conocemos por sus múltiples actividades
políticas y por su labor de comunitario. En ambas ha tenido reconocimiento de
sus conciudadanos: es el líder de un partido emergente, la Unión Demócrata
Cristiana (UDC) y dirige la Dirección General de Desarrollo de la Comunidad
(DGDC).

Lo conocí una tarde en la que mi gran amigo y
hermano de la vida, Beraldo Peña, nos presentó en un encuentro breve en sus
oficinas de la DGDC. Apenas un saludo protocolar. Extendió su mano sobre
expedientes que tenía abierto sobre su escritorio y que revisaba
minuciosamente. No quise ocuparle mucho tiempo pero aprovechamos para
intercambiar algunas impresiones sobre las noticias más recientes de la
frontera, la caridad y las tareas a las que nos convidaba para revertir la
realidad de la cual me quejaba: nos invitó a trabajar. Una lección viniendo de
un político dominicano.
Entonces las referencias, tanto de Peña como
de otros colaboradores suyos, llovieron. Así me construí una imagen de un
dominicano preocupado y ocupado por los asuntos nacionales.
José Martí, el apóstol de la Revolución
Cubana, hablando de los ciudadanos necesarios para lograr y mantener los
cambios que llevan al desarrollo de las naciones, apuntó “mejor sirve a la
patria quien dice la verdad”.
Luis Acosta Moreta va diciendo verdades.
Estemos o no de acuerdo en la forma sus reflexiones sobre el presente, la
interpretación del pasado y la proyección del destino nacional, van sustentadas
en datos que cuidadosamente ordena cual si fuese un expediente para el juicio de
la historia.
Ha sido el amor a su nación lo que sin dudas
lo llevó a redactar el “Manual de Comportamiento Cívico y de Prevención de
Enfermedades”. Un formidable trabajo diseñado para que los dominicanos más
jóvenes aprendan a amar su país, a saber cómo respetarlo, cuidarlo, en pocas
palabras: aprendan a convertirse en ciudadanos.
Con una primera edición en 2007, la obra
cuenta con ilustraciones de Christian Hernández y la edición de José Enrique
García, dos profesionales de una dilatada trayectoria en sus áreas y quienes
aportaron sus talentos en un material bibliográfico que llevó a la calificación
de parte de la entonces Secretaría de Estado de Educación para ser incluido
como material de “Consulta o Referencia” en los niveles básico y de media, según
los parámetros del Reglamento de Evaluación de los Recursos para el
Aprendizaje.
Hablar de lo dominicano conlleva un conjunto de temas que han de ser ponderados
de manera desapasionada, puesto que trasciende los tiempos: en esta tierra
vivimos y viviremos pero también junto a quienes y en qué forma. Es preocupante
que las voces más radicales en la defensa de lo nacional sean voces maduras,
renovadas y vigorosas pero necesitan no solo retumbar y hacer eco en las
paredes de nuestros sentimientos sino multiplicarse, igual que los peces del
Mesías, en jóvenes que decidan consolidar su futuro y el de la patria.
Manuales como estos, ahora que hablamos de
revolucionar el sistema en la forma y el fondo, desde la oferta educativa
dominicana, hay que enseñar elementos básicos de civismo que sencillamente son
ignorados, se hace preciso reiterar en adultos valores positivos para la
construcción de la realidad que queremos y la responsabilidad de la que somos
compromisarios. Se hace urgente ayudar a quienes carecen de elementos para
justificar su pasión por esta nación de Dios.
Ojalá el “Manual de Comportamiento Cívico y
de Prevención de Enfermedades” continúe llegando a donde debe llegar, a donde
hace falta: a las aulas y los hogares.
El aplauso a un político como Luis Acosta
Moreta, que continúa aportando ladrillos a la inmensa y necesaria fortaleza
cívica y moral siempre en permanente construcción.