miércoles, 15 de junio de 2022

Vacunarse contra la desilusión

 


Por Luis Córdova

 

Las pausas terminan haciendo bien. Hace unas semanas problemas familiares de salud me llevaron a pasar largas horas meditando en quién está verdaderamente cerca, entendiendo la “cercanía” como esa práctica cristiana de sentir compasión por el otro.

 

Aunque esta columna recoge nuestras inquietudes sobre política, políticas públicas, municipalidad y cultura, siempre se hace necesario volver a la libertad de expresar este tipo de cosas, aunque para ello aún conservo una bitácora en la que hago ejercicios de catarsis.

 

La solidaridad es un concepto que el Papa Francisco ha incorporado al debate de la iglesia. Dice que es desde solución a guerras hasta la verdadera paz entre naciones y humanos.

 

Recibí amplias expresiones de afecto. Sobrepasamos la adversidad, como en otras ocasiones, soportado sobre el afecto de personas que han estado siempre y otras que la vida va sumando. Me siento afortunado.

 

Mientras pasaban esas horas, revisaba unos textos pendientes, estudiaba notas noticias y repartiendo tiempo leía la cotidianidad desde otra perspectiva, me intrigó la angustia de pueblos por la llegada de la vacuna para la Covid-19.

 

Cómo se enfrentaban a nieve, a largas distancias, desafiando los peligros y las limitaciones propias de la población de más edad, priorizada en el cronograma que estamos desarrollando en occidente. Procuraban salvar el cuerpo.

 

En paralelo leía las líneas colgadas como anuncios en las redes sociales y en algunos chat a los que raramente me detengo. Un dejo de desilusión va acompañando el discurso, las acciones, los vacíos. ¿Procurarán salvar su paz mental, su alma?

 

Para algunos el “más tener”, con sus angustias disfrazadas de metas y su sucio egoísmo perfumado de logro, hacen que el humano construido en códigos neoliberales se otro cristiano, uno muy distinto al que nos describía el Mesías o al que inspiró a San Agustín.

 

Estas lecturas me han vuelto a Ingenieros, un clásico que siempre se reinventa: “el hombre mediocre llama ideales a sus preocupaciones”. Ese humano que no acepta “ideas distintas” asiste a cada instante a la distracción de lo virtual procurando desesperadamente convencerse de que “su expectativa” de la vida también es compartida por otro. Ese otro ajeno, ese otro que también busca lo mismo pues comparten el mismo vacío que no encuentran en el amor, en el poder, el sexo, en los antiguos y postmodernos pecados. Hasta aquí llego al quien me ha salvado de tantas en estos días, Byung-Chul Han.

 

La desilusión entonces penetra y amenaza. Aunque en verdad no me encuentro a salvo de desilusionarme, es igual a lo que me sucederá cuando en algún momento me vacune contra la Covid, para ambas pretendo tener conciencia.

 

Por eso las pausas, aunque forzadas, siempre nos hacen bien, sobre todo si sirven para renovar votos de amistad. La solidaridad, que nos terminará salvando de nosotros mismos, en la única vacuna posible contra la desilusión.


Publicado:

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