
Se ha destacado como una activista fotográfico de la ciudad de Santiago de los Caballeros y, de a poco o de a mucho, se ha convertido en un ojo viajante que se traslada por allá o acullá, siendo siempre perseguidor de momentos y traductor de sentimientos. Ahora entiende que es el tiempo de juntar sus rutas y detenerse en el camino para ofrecer ésta su primera individual.

“Confraternidad”, es un
planteamiento que explora el sentido de la vida, que nos aboca, acaso como
única razón de la existencia humana, la necesidad de colaboración. Entonces
surgen, como surgen el fuego y la cadencia de los nacionales de Haití, las
palabras de Jacques Roumain: “Ayudarse es la amistad de los desamparados”. Esa
es la confraternidad necesaria, de la que este fotógrafo dominicano nos elabora
su tesis en unas imágenes que se traducen en fragmentos de la realidad, en
nociones de la sobrevivencia, en esa calle que de repente se convierte en
refugio de la vida.
La gente de este lado de la isla
queda como espectador. Marrero va descubriendo desde el asombro, revalorizando
la huella infinitesimal que nos convoca a la identidad. La negritud de los
protagonistas le impregna coherencia cromática a la muestra. La piel que va
cubriendo los sentidos de este artista se aleja de alguna conceptualidad racial
y va directamente a lo humano, cuestión ésta que nos lleva a pensar en el
“Ontologismo” de Gioberti (filósofo italiano del siglo XIX) que pretendía
explicar el origen de las ideas mediante la adecuada intuición del Ser
absoluto.
La mano que se extiende o se niega no importa en esta primera
individual de Ramón Marrero. La voluntad de descubrir una vez más lo descubierto
y dejar que sea su lente la que se trague los misterios y soledades, es un
oficio que él deja a los que se atrevan ver “Confraternidad” y permitir que
esta muestra se convierta en una exploración a los sentidos, una exploración
que nunca ha de concluir.