jueves, 15 de agosto de 2013

Federico Izquierdo: decano de la pintura criolla (publicación in memorian)


Por Luis Córdova

ADVERTENCIA: este artículo fue publicado originalmente como noticia de portada en el periódico La Información, de Santiago, justo el día de su cumpleaños número noventa y nueve, gracias a la gentileza de su entonces Director el historiador Dr. Fernando Pérez Memén. Federico Izquierdo (1904-2004), moriría un año después, justo al cumplir cien años como era su deseo, según nos confesó en repetidas ocasiones.



Abordar como tema a un maestro de la plástica es siempre una tarea difícil. Pero resulta más compleja si sobre él se han dicho tantas cosas que parecen agotadas las posibilidades de saciar la curiosidad de los que buscan “cosas nuevas” en este tipo de textos.



No obstante mi osadía, me he permitido celebrar junto al Profesor Federico Izquierdo la llegada de su cumpleaños noventa y nueve, con afectos de admiración y estima, nacidas ambas de la sorpresa. Recuerdo que desde siempre he saludado al señor de la  ventana. Mi vecino, más o menos cercano, un amable caballero que siempre respondía con una sonrisa  mi saludo breve. La sorpresa surge al saber que aquel vecino con el que la cotidianidad de un saludo había tejido cariño, era el Profesor Izquierdo. Reconozco la ignorancia mayúscula que a mis catorce años no me permitía aprovechar más las conversaciones que  amablemente nos dispensaba desde lo alto de su ventana. Me indigné conmigo mismo.




Pero más que por estos motivos me acerqué a la obra y trayectoria del maestro, seducido por los aportes y datos que encontraba. De este modo mi saludo es ahora más reverente y lo aprovecho, casi siempre, para referirle algún dato sobre el santiago decimonónico, de sus compañeros de la plástica, de sus clases con Juan Bautista Gómez o de su parecer acerca de esta ciudad a la que la celeridad impide la detención necesaria para apreciar lo que las manos de don Federico dieron a nuestra hidalga.



Son obras de su ingenio arquitectónico el escudo, columnas y distribución de algunos espacios físicos del antiguo Palacio de Justicia de Santiago, hoy sede de la Uasd en esta ciudad; también el Parque Ercilia Pepín, el diseño de primera calle de doble vía (la actual 27 de Febrero) y la modificación de cierto aliento gótico al diseño de original de la Iglesia La Altagracia. Su labor arquitectural la realiza junto al Ing. Rafael Aguayo.



Pero la pintura es su pasión. Confiesa Izquierdo “Soy pintor desde que nací”. Pese a que tenemos constancia de su temprana inclinación al dibujo no es sino hasta 1927, cuando asiste, en calidad de alumno, al taller que Juan Bautista Gómez estableció en Santiago; este que a su vez se había formado junto a Desangles, con Juan Francisco Corredor, proporciona de este modo que  Izquierdo  tomara de buena fuente las aguas de un academicismo diáfano.



El profesor Izquierdo debía compartir entonces con otros discípulos de Bautista Gómez como fueron  Yoryi Morel y Sebastián Emilio Valverde (Chan). Posteriormente comenzaría el joven Federico Manuel Alberico Izquierdo y Rodríguez (como es su nombre completo) a despuntar en nuestra cuidad, cuando en el mismo 1927 obtiene Medalla de Oro en la Exposición de Países del Caribe, por su obra “Paisaje de Jacagua”. Otros reconocimientos serían obtenidos luego en los certámenes organizados por el Ateneo Amantes de la Luz (1934).


El detenimiento y la reflexión  provocaron que Izquierdo madurara una obra de importancia imprescindible  para el estudio de la Pintura Dominicana, quizás tenga esto que ver con el no haber realizado  muestras personales, no obstante su constante participación en nueve Bienales Nacionales. Paralelamente a su labor como pintor está la de docente, quien desde 1927 hasta 1964 desarrolló sin interrupciones una altruista labor, abarcando las áreas de historia universal, filosofía y artes plásticas, siendo uno de los fundadores junto a Yoryi y otros compañeros de la Escuela de Bellas Artes de Santiago. Sólo motivos de salud física les hicieron abandonar las aulas, más no así la pasión por la enseñanza. La bruma de un férreo horario de clases y las obligaciones accesorias, de la docencia de entonces, quizás restaron tiempo al artista y quizás también le halla robado más obras al aporte de don Federico.



El dibujo en Izquierdo es testimonio de un apasionado e inquietante sentimiento de afectividad. Sus retratos no son sino la transmutación de los sentimientos, raptados desde abismos íntimos del retratado. Su pintura le  define como pintor tipicista, pero en sus lienzos lo anecdótico es el pretexto para armar las claves sueltas de su canto a la memoria. Más que tradiciones están los enigmas que le llevaron a ser tales. En sus obras que guardan un carácter de religiosidad popular se destaca “Rosario” óleo en el cual aparecen unos campesinos cargando la imagen de la Virgen de la Altagracia, en estos caso no sólo está el registro de una manifestación vernácula, se acuña en estas obras la fe, expuesta de modo vívido, capaz de provocarnos un acercamiento guiado por una composición inteligentemente sobria.


Asisten a sus lienzos las imágenes de una referencia eterna: lo campesino (tanto el paisaje como sus gentes), el tema religioso y el sincretismo de voces, cromos y estampas que se recogen en nuestro carnaval. Sus lechones pasean frente a la Catedral con la flexibilidad de un trazo apostado a la cadencia, plagado del ritmo de su realidad. Y es que él mismo se confiesa diciendo: “Soy folclorista porque el folclor es el alma del pueblo y yo soy del pueblo”. Por eso la sinceridad a mutado al color y en medio de rejuegos de luces está la nítida exposición del ánimo, de sentimientos pronunciados en una trazos firmes que besan la conceptualización del icono. Tenemos así obras como “El Merengue” en el que la alegría armoniza con la composición, notándose un alto grado de completud visual.



Su iconografía, tanto pictórica como dibujística, más que un documento es su testimonio. Su obra ha burlado al costumbrismo llano, a lo anecdótico simple, para  que lo auténticamente dominicano se vista de eternidad gracias a las obras del Profesor Izquierdo.



A usted maestro que Dios nos conceda el favor de tenerle durante muchos años más, para que su ejemplo siga más perenne, por los siglos de los siglos.