Hace apenas unas semanas
el Ministro de Cultura, el escritor e intelectual Pedro Vergés, designó como
nuevo Director de Cultura para la Región Norte, al cuentista, novelista y
ensayista Máximo Vega. También el Centro de la Cultura de Santiago “Señorita Ercilia
Pepín” tendrá como nuevo director al pintor Francisco Grullón (Pepe) y al
ceramista y artista visual Ernesto Rodríguez Ramos como subdirector, la Escuela
de Bellas Artes al pintor Junior Mendoza (Chiqui) y como director del Monumento
a los Héroes de la Restauración al arquitecto y fotógrafo José Manuel Antuñano.
Se trata, mayormente, de inclusiones en puestos
directivos de sangre nueva, de gestores y artistas que han venido interpretando
la ciudad desde un acercamiento a la dinámica cultural de años. Se puede decir
que esa voluntad, la de querer hacer las cosas aún mejor, fue vista por
quienes ahora dirigen Cultura (así les llaman los del medio al Ministerio).
El caso de Máximo Vega, la cabeza visible de un
movimiento esencialmente cultural que accionó políticamente desde hace mucho
tiempo, es un gestor cultural de larga trayectoria. Su trabajo como promotor de
las letras, como fundador y director del Taller de Narradores de Santiago, el
núcleo de escritores de narrativa más importante de las letras no capitalinas,
por sus premios, ediciones antológicas y permanencia semanal por más de veinte
años, es una de los tantos méritos que se colocan en su haber. Vega es un
escritor con importantes premios y ediciones nacionales e internacionales que revelan
su compromiso con la palabra y la gestión cultural integral, demostrada en sus
disposiciones como Subdirector y luego director interino del Centro de la
Cultura de Santiago. Paralelo a su trayectoria cultural está su labor
profesional del área audiovisual y publicidad, en la que tiene una muy merecida
buena fama, a través de su empresa privada.
A la ciudad le cae muy bien que la transformación
de un sector transversal como la cultura inicie con tan buen pie como estas
oportunas designaciones. Obviamente deben continuar los cambios. Debe
producirse esa reingeniería en la que se incluyan personas que entiendan la
cultura, que sean algo más que una coletilla o que se paguen favores
electorales con plazas de importancia. Satisface el anuncio de que el
Ministerio de Cultura en este momento trabaja en la revisión de su
estructura para adecuarla a lo dispuesto por la Ley y lineamientos de la
administración pública.
Los recién nombrados, y los que han de venir,
tienen la urgente tarea del rescate de una dinámica cultural que sencillamente
se perdió, luego de alcanzar un ritmo constante y hasta de consolidar
referencias, tiene la misión ahora de conectar a un pasado (aún anterior),
donde la gestión era norte y donde los protagonistas eran los personajes de la
ciudad, sus obras y nada más.
Obviamente Santiago se ha transformado, sus
instituciones culturales se han renovado, otras colapsado y en los actuales
días necesitan la atención del Ministerio, de sus actores y de su presupuesto
para seguir existiendo, abriendo sus puestas, aportando. Esto lo saben Máximo
Vega, Pepe Grullón, Ernesto Rodríguez, Chiqui Mendoza y José Antuñano.
Saben que con prontitud debemos rebasar el
letargo, desentumecer los grupos culturales. Saben que su trabajo con realidades,
carencias, quejas y la ancestral apatía que producen los generalmente bien
alimentados egos de los artistas.
Saben que es urgente reinventar culturalmente la
ciudad. Integrar programas, unir agendas y promover una dinámica que nos
proyecte como pueblo. Es vital reconocer las carencias y frenar falacias,
determinar qué contamos y acallar con resultados los agoreros que, por los
mismos medios, para las mismas gentes y con los mismos objetivos siempre dicen
lo mismo.
Saben también que amén de las capacidades de
quienes dirigen, la cultura necesita de dolientes. El sector cultural a
diferencia de cualquier otro estamento del Estado, requiere personas que
promuevan el abstracto más que sus propias obras, sus propios intereses y sus
propios rostros; que trabajen con sueños, multipliquen fe y generen esperanza,
ese gran remedio a nuestros males.
Les ha tocado levantar a Lázaro, como el Mesías
perdonar viejas heridas y repetir el milagro de multiplicar panes y peces
(tácitamente y también vale la metáfora).
Confiar es el verbo que el momento impone frente a
estos gestores y sus trabajos. Ojalá que amasen y promocionen el espíritu más
que los cuerpos, presupuestos y favores. Que inviten la reinvención de los
espacios, que auspicien una gestión integradora.
Este es el mejor de los momentos con un Ministerio
de Cultura que avanza hacia la institucionalidad.
PUBLICADO EN EL PERIÓDICO LA INFORMACIÓN, EDICIÓN DEL 12-11-2016.
http://lainformacion.com.do/noticias/opinion/columnas/8627/los-nuevos-nombramientos-en-cultura