El
tercer volumen de cuentos de la escritora Sandra Tavárez es una reconfirmación
de su compromiso por el ejercicio literario. “En tiempos de vino blanco”,
publicado en este año por la editora “Juguete de Madera” que dirige el escritor
Máximo Vega, la cual anteriormente había publicado “A mitad del sendero” de Altagracia
Pérez Pytel.
Sandra
Tavárez forma parte del Taller de Narradores de Santiago, es una hija de ese
colectivo porque allí inició su más perenne batalla existencial: convertirse en
escritora, comunicar sus mundos, vencer inercias. Lo ha ido logrando. Sus
mundos han evolucionado a constelaciones cada vez más densas y complejas y su
escritura muestra ya los signos de quien ha tomado en serio el oficio de
escribir, por sus tiempos narrativos y el evidente dominio del lenguaje.
La
Tavárez tiene reconocimientos en concursos importantes como el convocado bajo
el tema de Béisbol por el Ministerio de Cultura, el auspiciado por Radio Santa
María y el de la centenaria Sociedad Cultural Alianza Cibaeña, Inc. Algunos
otros se suman ya a modo de su incipiente trayectoria como el otorgado por el
Taller Virgilio Díaz Grullón y su paso por el Sistema Nacional de Creadores
Literarios (SINACREA).
Imposible
hacer referencia, aunque sea breve, a cada uno de los cuentos que nos han
impresionado, que se quedan en la memoria ya sea por su recurso de final sorprendente
o porque sencillamente hemos sido los protagonistas en narraciones que cambian
de persona y tiempo para convertir al lector en uno más de los muchos recursos
con los que esta narradora proyecta la vida, la que es, la que encuentra, la que le importa.
Pero
cuando hablamos de “comunicar”, en este contexto de los cuentos de Sandra,
recuerdo las reflexiones que sobre la lectura hiciera recientemente el escritor norteamericano Paul Théroux, quien entre
otras exigencias señala que para leer se requiere “dominio de la soledad”. Ante
la profundidad de una frase dicha tan limpiamente, cabe preguntarse ¿qué tan
grande es la distancia que dista entre la soledad del lector y la soledad de
escritor?
Acusamos
al país, al medio, a la insularidad del Caribe. Acusamos. No nos sinceramos.
Hace falta lectores no solo para este libro de Sandra Tavárez, ni los editados
por Juguete de Madera, ni los que se producen desde el Cibao. Hacen falta
lectores y críticos para sus dos primeros libros “Matemos a Laura” (2010) y “Límite invisible” (2012).
Es
la tercera obra de alguien que inicia la literatura y ha colocado sus
inquietudes en las estanterías de
librerías y bibliotecas esperando romper silencios y soledades, mientras
acompaña la soledad de otras ediciones en esperan de tanto por hacer.
Hay
tiempos de vino blanco que sirven para la celebración de quien a su tiempo ha
dicho lo suyo. Lectores beodos de lo insulso. Existe, afuera, una crítica
abstemia que pierde interés por sus constantes repeticiones, por hablar de algo
que ya pocos quieren oír. Girar en torno a la misma ruta, mientras unos cuantos
celebramos estos tiempos, celebramos la persistencia de Sandra Tavárez y su
calidad escritural. ¡Salud!