miércoles, 14 de diciembre de 2016

La muerte según Sergio Cedeño

En un difícil momento de mi vida llegó el volumen de cuentos “Eterna compañera” (Editorial Santuario, 2014) del intelectual dominicano Sergio Cedeño. Aunque por años hemos mantenido una amistad, de esas que surgen espontáneamente, en el fragor de compartir más de una inquietud existencial (para muestra los botones de la literatura, las artes y la política), no había conocido este libro hasta que un amigo me lo facilitó con una de esas frases que no sabemos si sonreírnos o iniciar el llanto, me dijo “te paso este libro que me ha gustado mucho y es de un autor dominicano”, confieso vacilé su lectura pues la pérdida de familiares en tiempo separados por breves interregnos me había vuelto a los cementerios y funerales.

Sergio Cedeño es un prolífero escritor petromacorisano, aunque nacido en Higüey, la provincia que asume, ama y ha representado políticamente es La Sultana del Este. Su perfil académico es vasto como sus escritos, su reconocida obra literaria tiene en su haber el reconocimiento del Premio Nacional de Historia (Universidad Central del Este, 1982) y en el 2012 el Premio Nacional de Historia otorgado por el Ministerio de Cultura.

 

Conocedor de la idiosincrasia dominicana, ha vertido en este volumen las narraciones que como eje unificador giran todas las historias: la muerte. La muerte de todos, la de muerte de las esperanzas, del amor, de la visión esperanzadora que rebasa asombros, la muerte despiadada que acecha y pinta todo con sus dolorosos tintes.

 

Leí recientemente que en Seúl se ha vuelto moda el simular el propio funeral como una manera valorar más la vida, una terapia promovida por un centro de sanación que va desde la redacción del testamento hasta permanecer enterrado por unos minutos. La idea de los surcoreanos pueda resultarnos extraña por el impacto de acercarse físicamente a algo que inminentemente sucederá. Para nosotros los latinoamericanos la muerte ha significado consagración patriótica: desde el revolucionario “patria o muerte” hasta las cinco evocaciones a la muerte que tiene nuestro Himno Nacional. Por eso no es casual que un historiador como Cedeño le fuera tan familiar encontrar las escenas de sus narraciones en “Eterna compañera”. Fui muriendo en cada historia, trece en total, acaso el arcano de la numerología con el que quiere jugar el autor, no lo sé. Lo que si infiero es que a estas alturas de nuestra vida cada muerte de este volumen tiene nombre, nos recuerda alguna pena cercana a veces, rescatada del olvido en otras.


Pero lo de “Eterna compañera” son historias. Personajes que encuentran la muerte, que la llaman. Construidos en una reveladora prosa que nos lleva de un escenario a otro, de edades diferenciadas, de expectativas que abren surcos emotivos al paso de la lectura y el zarpazo de la sorpresa (la muerte siempre es una sorpresa), nos desagarra. 

He dicho muerte y el dolor no cabe en esas líneas. Sus formas tampoco. La muerte física, la muerte según la Biblia, la muerte muerta por el Cristo, la muerte espiritual, la invocada y la evadida. La muerte, en su concepción criolla, tan imbuidos en lo cotidiano, evocada, jamás interiorizada. Esta también se hace presente, no como tratado sociológico sino como telón de fondo de la trama, la única trama posible: el robo de la atención y la memoria del lector por la muerte.


Todos mueren, es cierto. Todos moriremos. La compañera no ha de llegar, es eterna, perenne, omnipresente, siempre ha estado con y en nosotros. Según Sergio Cedeño la muerte es una brisa indisolublemente ligada y enamorada a la existencia, solo que a veces, nos sopla, nos recuerda que ronda por siniestros ministerios y abrazándonos nos conduce hacia el infinito.




Disponible en la edición del 14 de diciembre de 2016 en el periódico La Información.

Link: http://lainformacion.com.do/noticias/opinion/columnas/8835/la-muerte-segun-sergio-cedeno