Por Luis Córdova
Nota: publicado el 18 de abril en El Centinela Digital.
Disponibilidad: http://elcentineladigital.com.do/opinion/solamente-contar
Las cifras nos van deshumanizando en su frialdad. Semana Santa ha devenido en un conteo morboso que inicia con la cantidad de brigadistas, voluntarios, cuerpos militares y policiales que se integran a labores especiales.
Se van contando hasta sumar miles. Como si el número, la cifra, bastase para contener el ímpetu que desborda la razón, en un ejercicio del goce (a lo´ dominicano) que parece rebasar todos los límites.
Previo a los operativos podemos contar las ruedas de prensa, anuncios y alguna mente comprometida con el ocio, puede ocuparse en contabilizar las prometidas decenas y hasta cientos de unidades vehiculares de todo tipo destinadas a “cuidar” a quien no hemos educado para ejercer una ciudadanía responsable.
Entonces en paralelo las iglesias (la católica con sus liturgia, la evangélica con sus concentraciones) y los vacacionistas, ambos en complicados programas de hora a hora, contrastan con los que ajenos a un extremo u otro, prefieren la zona gris de colonizar el silencio del éxodo, apropiarse de cada rincón de sus casas, de la ciudad, de sus adentros, pero sin escapar de vez en vez al bombardeo de noticias de muertos, heridos e intoxicados.
A esa franja solo le queda contar. Desde los balnearios clausurados y sin custodios para hacer cumplir la norma hasta las ocupaciones de habitaciones en los hoteles.
Pueda que exista júbilo y se hasta se celebre la reducción de intoxicados por alimentos y alcohol, de menores desaparecidos y que las riñas en balearios bajen considerablemente, pero en algún momento debemos terminar de contar y empezar a educar.
Si las reducciones se deben a que hemos coaptado al ciudadano entonces hemos fracasado en cada jornada. Si extendemos y hacemos más riguroso cada vez más los operativos porque entendemos que el dominicano, aunque quiera no pueda, contener sus indisciplinas ya sea porque su limitada formación se lo impide y entienda que someterse a las normas básicas de convivencia: tomar moderadamente, manejar prudentemente, respetar las horas, asumir la vigilancia de sus hijos, no agredir al medioambiente, pone en cuestionamiento el sentido que tiene de divertirse y ser “feliz”.
Para quienes se regodean en la madeja compleja de números, con altas y bajas en víctimas y para otros que se agotan en un altruismo o voluntariado que hemos tenido que empezar a pagar, contar tiene otro sentido.
Ojalá la fórmula se invierta y restemos brigadistas, puntos de auxilio y operativos, porque lleguemos a la etapa donde la educación surtió su efecto, donde los espacios de diversión sean lo suficientemente seguros todo el año y donde la clausura de uno sea por factores climatológicos y no lo determine el temor a una inconducta.
Eso esperamos los que desde nuestras casas, como cada semana santa, contamos y nada más.